Hace unos años, el 7 de febrero de 1959, se inició la vida parroquial de San José. Como todos los aniversarios y fechas importantes, suscita una serie de sentimientos y recuerdos. Gracias a Dios somos muchos los que todaví­a estamos unidos por estas fechas y compartimos estas vivencias. Sobre todo nos unimos a una acción de gracias a Dios y a nuestro Protector San José por estos años de vida y por todo lo que nos han regalado. Todo se lo debemos al Señor.

Gracias a todos los feligreses que tanto habéis realizado en estos cuarenta años. Hemos querido compendiar un resumen cronológico de todo lo realizado por Dios a través de la colabora­ción ilusionada de todos. Muchos ya están en el cielo disfrutando del premio de su colaboración en las obras de la Parroquia y otros muchos disfrutáis del trabajo realizado y gozáis de la alegrí­a profunda que brota de la felicitación de vuestra conciencia. Habéis hecho historia y ahí­ quedan las obras que lo testimonian. La historia es maestra de la vida y por eso todos los pueblos han dejado su testimonio por escrito o por sus obras y por ellas podemos conocer como eran, así­ vosotros.

Todas estas realizaciones son un testimonio de vuestra fe cristiana y de la fuerza que tiene la fe, que puede mover montañas. Es una fe hecha visible. No ha quedado en buenos deseos, sino que se ha colaborado para llegar a esta realidad. Es un milagro, el que ve esta realidad con ojos limpios tiene que ver a Dios detrás de todo esto.

Todo esto se ha hecho libremente, a nadie se le ha exigido nada. Todo lo habéis dado con alegrí­a, sin esfuerzo, en gratuidad. Es un testimonio de generosidad y de constancia. Han sido cuarenta años sin cansarse, ininterrumpidamente, sin dejar periodos de descanso, muchas veces con varios frentes a la vez. Nadie se ha empobrecido con lo que ha aportado a la Parroquia, todo lo contrario, se ha podido comprobar que es verdad lo del ciento por uno.

Es un testimonio de colaboración. Esto no es obra de una persona o de una minorí­a de personas potentes, sino de miles de personas que han unido sus fuerzas. Nada ni nadie es despreciable. El grano no hace granero, pero ayuda a su compañero. Lo feliz que se siente uno al dar, al colaborar con otros, al ver el fruto de la generosidad. En esta batalla del amor "el que no siembra desparrama".

Es el testimonio del optimismo cristiano. La persona inteligente no es la que ve el problema, sino quien trata de resolverlo: "Unos ven una oportunidad donde otros ven problemas" . Un cristiano que sabe que "quien a Dios tiene nada le falta" nunca puede ser cobarde ni pesimista, porque para Dios nada hay imposible.

7 de febrero de 1959.

  • Se inicia la vida parroquial con la toma de posesión del primer párroco. El dí­a 10 de noviembre de 1958 se publicó el Decreto de erección de cinco nuevas parroquias en Cáceres. Entre ellas la de San José.
  • El dí­a 23 de diciembre de 1958 se nombra Párroco para la misma el que regentaba como Ecónomo la de Casares de las Hurdes.
  • El dí­a 1 de enero de 1959 entra en vigor el decreto de creación San José.
  • El 7 de febrero de 1959 el nuevo Párroco toma posesión de la Parroquia. Como era de nueva creación y no existí­a templo parroquial se inició la actividad pastoral en el Colegio de San José. Las Religiosas ofrecieron generosamente su casa y desde el primer momento colaboraron en todas las actividades. Para las niñas fue una alegrí­a tener en casa la Parroquia y colaborar en ella.

13 diciembre 1959.

  • Se partí­a de cero. Urgí­a el nuevo templo. No habí­a tiempo para perderlo. Se creó la Junta Económica. El cinco de junio se firmaba la escritura del solar para el templo. Se eligió al arquitecto D. Vicente Candela, que tomó con gran ilusión el proyecto. Se celebró la Primera Asamblea parroquial en el mes de diciembre que concluyó con la bendición de los solares. El arquitecto explica las caracterí­sticas del templo, que actualmente disfrutamos.

11 abril 1964.

  • Las obras se iniciaron el 1 de julio de 1962 con el desmonte del alto cerro, que ocupaba el lugar donde se encuentra el templo. Obra titánica para los medios de aquel tiempo. El 2 de mayo de 1963 se inician las obras de cimentación y hormigonado. El 11 de abril de 1964 el Nuncio Apostólico Mons. Riben coloca la primera piedra entre la nave y el presbiterio. Fue una gran fiesta para la Parroquia, que se unió en masa a la celebración, además fue todo un honor el que oficiara en el acto el Representante del Papa.

6 enero 1967.

  • Los Reyes Magos pasaron ricos por nuestra Parroquia. Nos dejaron el tan deseado templo donde reunirnos para nuestras celebraciones. Es cierto que estábamos muy bien atendidos en el Colegio y que las Religiosas habí­an ido ampliando su capilla, pero a pesar de todo era insuficiente porque la Parroquia seguí­a creciendo y cada dí­a sentí­amos más la necesidad del templo y aunque no estaba acabado nos decidi­mos a empezar a utilizarlo.
  • Los feligreses de la primera hora su­fristeis las dificultades del comienzo y la necesidad del nuevo templo. Cuando tuvimos las paredes y el techo, para no mojarnos, empezamos a aprovechar el regalo del solar. Como en la casa de los pobres í­bamos rematando sobre la marcha. El 6 de enero del 67 el Sr. Obispo D. Manuel Llopis nos bendijo el nuevo templo. Fue una gran ilusión ver realizado el sueño, aunque de forma incompleta.

24 junio 1971.

  • El código de Derecho Canónico dice que el Párroco ha de vivir en la Casa parroquial que debe estar próxima al templo. En ese momento se vendí­a la casa. Era difí­cil por las deudas del templo y la necesidad de seguir con las obras para completarlo. Pero era la oportunidad que habí­a que aprovechar y como el Señor no defrauda nos decidi­mos. Se hicieron las obras oportunas y el dí­a de San Juan de 1971 nos instalamos en la Casa parroquial.

2 noviembre 1971.

  • Más difí­cil todaví­a. Deudas del tem­plo, deuda de la casa parroquial y obras necesarias para rematarlas. Era la oportunidad del Colegio. Era necesario por­que se preveí­a dificultades para la en­señanza de la religión en colegios oficiales, como ahora estamos comprobando. De nuevo confiamos en el Señor y el 2 de noviembre de 1971 empezamos como Jardí­n de In­fancia y fue creciendo curso tras curso hasta el momento actual que tenemos desde E. Infantil, E. Primaria y E.S.O. subvencionada.

12 marzo 1978.

  • El templo siguió con las obras de remate. El 8.12.67 se concluyó la colo­cación del terrazo del suelo. El 1.3.70 se inauguran los nuevas capillas del Santí­simo y de Confesiones. En abril de 1973 se colocan las vidrieras en la nave y baptisterio. En el 75 se arreglan accesos y escalinatas del templo, el 25.1.76 se bendice el altorrelieve de S. José en la fachada. Se adquieren nuevos bancos, que sustituyen las sillas provisionales, y el órgano. Se remata el porche.
  • Con esto llegamos a la culminación del templo y el dí­a 12 de marzo, dentro de la novena y fiestas patronales de San José, el Sr. Obispo D. Jesús Domí­nguez dedica, con toda la riqueza de la liturgia, el templo.
  • El arquitecto del proyecto D. Vicente Candela pasó hacia la casa del Padre en plena juventud. El arquitecto D. Manuel Garcí­a Creus fue el director de las obras de construcción y dejó su estilo en la decoración.

19 abril 1985.

  • Inauguración del Centro pastoral "Las Acacias". La parroquia creció en poco tiempo hacia la zona de la "Peña del Cura" y Virgen de Guadalupe. Se levantaron grandes bloques de vivien­das. Se preveí­a que el crecimiento seguirí­a vertiginoso hacia la carretera de Salamanca. Esas distancias al templo suponí­an un obstáculo para los feligreses de aquellas zonas. Si ellos no podí­an llegar al templo habí­a que hacer un Centro próximo a ellos.
  • Se adquirió un local comercial en un lugar apropiado para que pudiera facili­tar no solo la asistencia a la Eucaristí­a, sino también a los niños, jóvenes y adultos la posibilidad de participar en las catequesis y grupos de reunión. Muy discutida fue esta decisión, pero el tiempo ha venido a dar la razón al sentido previsor de este Centro pastoral. La proximidad del servicio parroquial a los feligreses les da oportunidad para integrarse en las actividades. Pocos espacios pastorales tendrán tanta utilización como este Centro.

8 octubre 1989.

  • Las parroquias no pueden reducirse a un lugar de reunión para la celebración del culto. La Parroquia es la Iglesia de Cristo con la triple misión de enseñar, celebrar y servir. Trasmisión de fe, celebración litúrgica y el servicio a los más necesitados como fruto de esa fe. "En esto conocerán que sois mis discí­pulos, en que os amáis unos a otros". El dí­a del juicio seremos examinados por el amor, por las obras: "Tuve hambre y me disteis de comer..."
  • El Voluntariado Vicenciano de Cari­dad, en sus reuniones a nivel nacional e internacional, donde tanto se aprende y se conocen experiencias, vení­an interesadas por la atención a los ancianos en "mini-residencias". Hoy los verdaderos pobres son los ancianos con todas las pobrezas de afecto, soledad, salud, económicas, etc. que acumulan. La ilusión y el amor a sus ancianos se convirtió en gozosa realidad. El dí­a 8 de octubre D. Jesús Domí­nguez bendecí­a la Residencia Ntra. Sra. del Rosario que con tanto mimo llevan las Voluntarias.

15 noviembre 1992.

  • La Iglesia ha de trasmitir la fe a todos los niveles: niños, jóvenes, adultos, y eran tantos los grupos que resultaban insuficientes el templo y "Las Acacias" para acogerlos. Necesitábamos nuevos espacios para responder a la demanda. Se concibió para todo esto los Salones parroquiales. Se encomendó el proyecto al arquitecto D. Angel Méndez, que consiguió un edificio elegante y funcional. Nuestro Pastor diocesano D. Ciriano poní­a la primera piedra acompañado por la feligresí­a que esperaba ilusionada estos salones.

19 diciembre 1993.

  • Un año fue suficiente para pasar de la ilusión a la realidad. Espacioso es el salón de arriba, que se llama "Sagrada Familia", porque acoge a la familia parroquial llamada a ser santa, pero desde el primer momento se comprobó su necesidad. Los feligreses abarrotaron el salón acompañando a D. Ciriaco Benavente que de nuevo estaba entre nosotros para bendecir e inaugurar los nuevos salones. Los cinco años de utilización confirman la necesidad de estas aulas y el amplio salón.

11 diciembre 1994.

  • Otra vez, de nuevo al cabo de un año, nos reunimos con nuestro Obispo para iniciar otra nueva obra. La experiencia tan positiva de la primera Residencia de ancianos y las numerosas peticiones que recibí­amos a diario y a las que no podí­amos complacer, a pesar de la gravedad y urgencia de muchos casos, nos animó a emprender la construcción de otra nueva. Empezamos pediendo la ayuda de Dios con la Eucaristí­a y la bendición de la primera piedra.

10 junio 1996.

  • Si la distancia de "Las Acacias" nos obligó a facilitarles la asistencia a las Eucaristí­as y a las catequesis, las urbanizaciones La Sierrilla, El Arco y el R.66, que estaban a mucha más distancia, necesitaban esa atención pastoral. Hasta que llegue el dí­a de tener su propio templo utilizamos el salón del Club de la Sierrilla y el C. P. Jesucristo Resucitado donde celebramos las misas y tenemos las catequesis.

7 octubre 1996.

  • A los dos años de la primera piedra tení­amos la oportunidad de empezar a utilizar las instalaciones de la nueva residencia de ancianos “Ntra. Sra. del Rosario”, que era su titular. Sus sesenta y cinco plazas quedaron enseguida cubiertas con la lista de espera que tení­amos y no bastó. El edificio, diseñado por Don íngel Méndez, ha quedado muy bonito y funcional. La decoración, las instalaciones, el mobiliario, y las atenciones llaman la atención de todos los que la visitan.

7 octubre 1997.

  • En el primer aniversario, al celebrar la fiesta de la Virgen del Rosario, el Señor Obispo celebró la Eucaristí­a y bendijo el edificio. Don Ciriaco siente un cariño especial por los ancianos y los visita siempre que puede. Le agrada mucho nuestra residencia y así­ lo manifiesta. Una larga lista de más de cien ancianos esperan la oportunidad de una plaza libre.

El templo.

Hacemos un pequeño recuerdo de las fechas más importantes de nuestra vida parroquial, para que sirva de feliz recordatorio para todos los que la protagonizaron y para conocimiento de aquellos a quienes pueda interesar la breve historia de esta Parroquia.

  • 10 noviembre 1958: Decreto de erección de cinco nuevas parroquias en Cáceres entre las que se encuentra la de San José.
  • 23 diciembre 1958: Nombramiento del primer párroco Don Severiano Rosado Dávila.
  • 1 enero 1959: Entra en vigor el decreto de erección de las nuevas parroquias.
  • 7 febrero 1959: Toma de posesión del nuevo párroco en la capilla del Colegio de San José.
  • 5 junio 1959: Se adquieren 4.000 metros cuadrados de solar para la construcción de la Ciudad Parroquial.
  • 13 diciembre 1959: Se bendicen los solares y termina la primera Asamblea Parroquial.
  • 1 Julio 1962: Comienzan las obras de desmonte del alto cerro que ocupaba el lugar donde se encuentra el templo.
  • 1 mayo 1963: Se inician las obras de cimentación y hormigonado.
  • 11 abril 1964: El Nuncio Apostólico, monseñor Riben, coloca la Primera Piedra Simbólica del edificio.
  • 19 marzo 1966: Se inician las obras de cierre del edificio.
  • 6 enero 1967: Gran fiesta de la bendición del Nuevo Templo, aunque se encontraba inacabado.
  • 8 diciembre 1967: Se concluye la colocación del suelo en el templo parroquial, que se habí­a iniciado el 12 de noviembre.
  • 1 marzo 1970: Se inauguran las nuevas capillas del Santí­simo y de Confesiones.
  • 23 enero 1971: Se firma el contrato de adquisición de los locales con destino al Colegio Nazaret, en el Polí­gono "La Madrila".
  • 24 junio 1971: Se empieza a habitar la Casa Parroquial junto al templo adquirida para esta finalidad, una vez concluidas las obras de adaptación.
  • 1 noviembre 1971: Abre sus puertas el Colegio Nazaret con tres aulas para Jardí­n de Infancia.
  • 1 abril 1973: Se comienza la colocación de las vidrieras, se hace el baptisterio y se rematan detalles interiores del templo, cuyas obras terminan y se inauguran el dí­a 24 de junio.
  • 1 octubre 1973: Se amplí­an las instalaciones del Coiegio Nazaret hasta completar la Primera Etapa de E. G. B.
  • 1975: Se inauguran las obras de adaptación de los accesos al templo con las escalinatas y las jardineras de granito.
  • 25 enero 1976: Se bendice el altorrelieve de San José que preside frontispicio del templo.
  • 15 septiembre 1976: Se amplí­a el Colegio Nazaret hasta completar la Segunda Etapa de E. G. B. La capacidad total del Colegio es de 500 alumnos.
  • 12 marzo 1978. Con los nuevos bancos en el templo, la ad­quisición del í“rgano de tubos y los remates del porche y de las puertas se concluye el templo parroquial que se consagra y se inaugura definitivamente.

A parte de las fechas de un interés histórico general hay otras fechas de gran significado personal, para los tres mil cuarenta y cinco niños que se han bautizado en los 19 años de existencia de la parroquia, para los 1.552 novios que han contraí­do matrimonio, para las setecientas setenta y tres familias que despidieron a sus seres queridos en su paso hacia la Casa del Padre, y para los miles de niños que hicieron su Primera Comunión o fueron confirmados.

La Parroquia es algo muy entrañable, con numerosos recuerdos, para los feligreses que se han vinculado en ella.


Un poco de historia.

Hace un siglo, en el año 1860 la Ciudad de Cáceres tení­a 13.466 habitantes: contaba con cuatro parroquias, tres amplias iglesias conventuales y algunas ermitas distribuidas por la ciudad y sus arrabales. La atención espiritual estaba plenamente atendida.

Cáceres empezó a salirse de su recinto amurallado. Cáceres creció, se duplicó, se triplicó. Los templos se hicieron insuficientes, se quedaron distantes. Se veí­a la necesidad de crear nuevas parroquias. El año 1959 la ciudad estrenaba cinco nuevas parroquias entre las que se encontraba la de San José en la zona oeste con dos sectores caracterizados: Plaza de Italia y Barriada de Aguas Vivas. Cuatro mil feligreses, de posición económica modesta y pobre, que sufrí­an en sus familias los graves problemas caracterí­sticos de una barriada pobre, en una ciudad sin recursos, capital de la provincia que ocupa los últimos puestos de medios económicos de toda la geografí­a nacional.

Aquí­ nació la nueva Parroquia de San José. Sin templo, sin solares, sin nada. Unos feligreses, un párroco, con mucha fe, con mucha ilusión. Soñaron que eran capaces de hacer algo, se ilusionaron, se pusieron a esperar y a trabajar.

Desde el principio se pensó que una Parroquia es algo más que un templo y los proyectos se centraron en un complejo parroquial que se le dio el sonoro tí­tulo de "Ciudad Parroquial San José".

Primer problema: ¿Por dónde empezar? La feligresí­a, reunida en Asamblea estimó que lo más urgente parecí­a ser el templo. Estábamos acogidos provisionalmente en la Capillita del Colegio de San José a todas luces insuficiente.

Se pensó en el equipo que estudiara todo lo relacionado con la construcción del templo. Tres aspectos fundamentales: el litúrgico, el socio-pastoral y el técnico-artí­stico exigí­an tres personas que con suficiente formación pudieran abordarlos con éxito.

Don José Bueno Rocha, sacerdote especializado en liturgia y arte sacro, era el más eficaz asesor litúrgico; un joven Arquitecto con pocos años pero con larga y fecunda vida profesional, que uní­a a sus cualidades profesionales una ejemplar vida cristiana, D. Vicente Candela, serí­a el elegido para encomendarle el proyecto. Por último el responsable del aspecto sociopastoral fue el Párroco, D. Severiano Rosado, que a su formación pastoral uní­a la especialización en Ciencias Sociales en el Instituto Social León XIII de Madrid.

El equipo se entregó de lleno a la tarea, sin prisas, pero sin pausas. Numerosos contactos para intercambiarse sus puntos de vista para madurar y perfeccionar los bocetos, los croquis que iban preparando los planos definitivos.

El estudio teológico y litúrgico nos hizo descubrir la mentalidad con la que debí­amos estudiar las formas del futuro templo. La idea teológica era la que podí­a proyectar más luz a la hora de enfocar los problemas técnicos y artí­sticos. ¿Una casa para Dios como el famoso templo salomónico y las esbeltas catedrales góticas? ¿Un recinto para el Clero como los templos catedralicios en el Renacimiento que colocan los grandes coros en la parte más aprovechable de la nave y la limitan con grandes verjas? ¿Un recinto para el pueblo de Dios? ¿Un lugar de encuentro de Dios con su pueblo oportunamente jerarquizado? ¿Cómo puede influir la doctrina del Cuerpo Mí­stico y el sentido comunitario a la hora de dibujar los planos de un nuevo templo? ¿Cuáles deben ser los matices que deben primar a la hora de estructurar una iglesia parroquial su apertura a todos los miembros de la familia parroquial que haga visible una acogida cordial; su aspecto humano donde van a reunirse hombres ligados a otros formando una misma familia; su sentido de signo de realidades eternas hacia las que caminamos como pueblo peregrino? Todos estos interrogantes nos darí­an pie para extendernos en el concepto teológico del templo cristiano.

Junto con el estudio teológico necesitábamos profundizar en el litúrgico para que el templo tuviera la funcionalidad que ha de caracterizar a todo recinto sagrado. La descripción que haremos de las distintas partes del templo expresarán la respuesta que se dio a las exigencias litúrgicas.

Siguen otros problemas que hubieron de enfocarse desde la mentalidad pastoral, social y económica

El aspecto pastoral implicaba por una parte integrar a toda la feligresí­a en esta aventura y que la construcción material del templo implicara a la vez la construcción del templo espiritual al que alude San Pedro, del cual los fieles las piedras vivas (1 Pet. 2, 5). El templo era de ellos y para ellos y construido por ellos. Era conseguir, por otra parte, la unión de los feligreses que al tener una tarea externa y visible significara y realizara la unión entre todos los miembros de la familia parroquial.

Bajo el punto de vista social habí­a que ambientar la construcción con relación al barrio que existí­a y con vistas al crecimiento previsible. La Parroquia debí­a influir en el barrio no sólo espiritual sino también humanamente y a la vez el barrio darí­a estilo y ambiente a la Parroquia.

Resta el aspecto económico. ¿Cómo se financiarí­an las obras? ¿Subvenciones oficiales? ¿Ayuda episcopal? ¿Algún mecenas acomodado? ¿Con el esfuerzo de los fieles?.

Pronto nos convencimos que serí­a fruto del esfuerzo de la feligresí­a. La ayuda exterior oficial civil o eclesiástica no llega al cinco por ciento de lo que se ha invertido hasta el presente. ¿Serí­a posible en una barriada tan económicamente débil? Aquí­ merecen especial mención los miembros laicos de la Junta Económica Parroquial que han derrochado imaginación y entusiasmo para haber podido llegar a la meta. No se preveí­a tan claro entre los componentes de la misma Junta y una vez contemplado "a posteriori" se ha convencido la misma Junta Económica que con la ayuda de Dios pueden comer cinco mil hombres con cinco panes y dos peces. La realidad económica aportó también un criterio para el arte sacro: la renuncia desde el principio a toda monumentalidad y ostentación. Esto no significa miseria sino sencillamente saberse mantener en el equilibrio de la dignidad y nobleza que exige toda obra de arte sagrado.

Todos estos postulados teológicos, litúrgicos, pastorales, sociales y económicos fueron captados por el arquitecto que trató de plasmarlos en los planos definitivos. Unos dí­as de retiro y recogimiento espiritual estimó necesario D. Vicente Candela para poder dar al proyecto ese sentido de trascendencia que debe caracterizar a todo edificio religioso.

Todo esto supuso su tiempo. Dos años: desde 1960 hasta octubre de 1961 en que está fechado y firmado el proyecto definitivo. Tal vez fuera éste el último proyecto que entregara Vicente. A los ocho dí­as marchó enfermo a Madrid. Llegaron hasta aquí­ noticias muy pesimistas. Vicente, el joven arquitecto de treinta y tres años, tení­a leucemia. Antes de un mes, aquel cuerpo alto y esbelto, de rostro agraciado y gestos nobles, se desmoronaba. Una vez más Dios se llevó a un elegido, cuando la vida le sonreí­a, cuando estaba siendo más útil a su familia y a la sociedad. Desde el cielo estará viendo esa obra que supo plasmar con el acierto de un gran artista.

El ritmo de la obra ha ido dependiendo de los recursos aportados por los feligreses por lo que se ha ido realizando por etapas. Desmonte de toda una cantera ubicada donde hoy está el templo; la elevación de la estructura de hormigón; cierre del edificio; pavimentación de la nave y salones adyacentes; decoración de las capillas eucarí­sticas y penitencial; baptisterio, vidrieras y remate interior, escaleras de acceso, decoración de la fachada, bancos, órgano, puertas.

Conviene también notar que el malogrado arquitecto fue sustituido por otro arquitecto que se encargó de la dirección de la obra, D. Manuel Garcí­a Creus, que respetó el proyecto original aunque en el desarrollo de la obra hizo algunas variantes conforme a los problemas que surgí­an.


Ambientación exterior.

El primer problema era la elección del sitio para su emplazamiento. Por una parte era conveniente que estuviera próximo a las ví­as de más circulación, pero a la vez habí­a que darle un ambiente de recogimiento. La solución adoptada fue colocarlo abierto hacia la Avenida de Hernán Cortés (carretera de Madrid), pero en segundo plano con lo cual se le aislaba de los ruidos y podrí­a conseguirse una zona de ambientación. Unas escalinatas, con zona ajardinada, flanqueadas en su dí­a por dos edificios del estilo del templo. El gesto de ascenso, la decoración de la fachada principal y la zona verde es ya una primera preparación psicológica para el acto a realizar en la iglesia. Las escaleras terminan en la calle Eulogio Blasco, desde donde arranca el segundo tramo de escaleras. En este segundo tramo se centra ya toda nuestra atención en el edificio y nos ambienta. Toda la fachada principal está resguardada por un amplio porche que cumple diversas funciones. Nos hace ya sentir recogimiento interior; favorece la convivencia de los miembros de la familia parroquial mientras esperan el comienzo de la celebración; facilita el contacto con el clero parroquial a la entrada y salida de los actos del culto; protege de las inclemencias del tiempo y es un lugar pací­fico para pasear y serenar un poco el espí­ritu.

La parte superior de la fachada está decorada con un amplio relieve de San José Obrero que es obra del escultor José Luis Sánchez. El escultor, autor. igualmente del Cristo que preside el templo, es uno de los valores más destacados en el momento actual dentro del arte religioso. Nacido en Almansa el año 1926, terminada la carrera de Derecho se consagra profesionalmente a la escultura destacándose en la escultura religiosa, por lo que ha recibido numerosos galardones internacionales. Varios museos tienen recogidas algunas de sus obras como el Museo de Arte Moderno de Parí­s, de Nueva York, Sección de Arte Moderno del Museo Vaticano. Entre sus obras religiosas, además de su participación en varias exposiciones de Arte Sacro, podemos citar la escultura en la iglesia de Santa Ana de Fisac en Madrid, retablo de la iglesia de las Ventillas en Madrid, retablo de la capilla del Santí­simo en el templo de los Sagrados Corazones, etc.

El tema central del relieve es la imagen de San José, de cinco metros de alta, con su banco de carpintero, sobre el que está sentado el niño Jesús. La obra está concebida desde un doble punto de vista: teológico y plástico. La figura de Jesús la destaca sobre el Padre Putativo porque nos lo da en primer plano y es la parte más saliente del relieve. Detrás de él sale una amplia cruz que llena el panel central. Esos espacios que crea mediante diversos planos: San José al fondo, delante el banco y sobre él avanzando más hacia el espectador, da una sensación de profundidad difí­cil de conseguir en un relieve con lo que consigue un gran valor plástico.

Al panel central descrito acompañan otros dos que llevan como única decoración destacada las letras que anuncian la Parroquia y unos crismones que enmarcan el friso inferior.

Los alrededores del templo están aún sin urbanizar dadas sus caracterí­sticas geológicas, ya que todo el edificio está construido sobre una antigua cantera y está rodeado por espacios bastante accidentados que están previstos para urbanizar y para ajardinar, con lo cual se habrá logrado aislar el edificio de otras construcciones para que conserve un ambiente de recogimiento y de paz.

Completa esta descripción las consideraciones estéticas que consignó el autor del proyecto en la Memoria Descriptiva: "Se ha procurado conseguir una iglesia de acuerdo con las orientaciones actuales de la Arquitectura religiosa, eliminando elementos superfluos e intentando conseguir una perfecta adecuación a su función, con sencillez y elegancia. Los exteriores e interiores se han pensado para poder utilizar los materiales ya tradicionales, como la piedra y el ladrillo juntamente con los actuales, vidrieras de hormigón armado, cubierta de aluminio, paneles vidriados, etc., etc."


Interior.

Se ha procurado conseguir una variedad de elementos con funciones especí­ficas pero dentro de una unidad que da; la interrelación de esas funciones y el sentido funcional del templo.

El centro de todo es la amplia nave, lugar destinado al Pueblo de Dios, de donde salen y al que acceden todos los demás elementos y espacios previstos y que iremos describiendo sucesivamente. A la derecha, aislados de la nave, están los servicios de sacristí­a, despacho, salón parroquial con capacidad para ciento veinte personas para charlas, reuniones, catequesis, grupos apostólicos, etc., los servicios higiénicos y la escalera de acceso a la tribuna.

A la izquierda de la nave están la capilla del Santí­simo y la capilla penitencial. Al fondo y centro se encuentra el santuario o presbiterio y en el ángulo superior derecho, próximo al santuario y para facilitar la participación en las celebraciones bautismales está el baptisterio.


La nave.

Se accede a ella desde el porche. El bajo coro es el espacio que con techo poco alto y pintado en color oscuro nos hace romper con el ambiente exterior y nos prepara para el recogimiento del recinto sacro.

La nave es espaciosa, en forma de trapecio, de veinticinco metros de larga por dieciséis de anchura media, con una superficie total de cuatrocientos metros cuadrados. Las dimensiones están calculadas en función de las necesidades de una parroquia tipo en Ciudad de unos diez mil habitantes. Se intentó evitar ambos extremos: demasiado pequeña que supusiera una constante incomodidad de carencia de sitio para estar cómodamente sentado; o demasiado grande que solamente se llenara en contadas ocasiones lo que supondrí­a un inútil encarecimiento en la construcción y en el entretenimiento y el desaliento psicológico que cunde cuando siempre se ve un templo casi vací­o.

No se olvidaron las circunstancias frecuentes de mayor aglomeración y se solucionó dejando otros espacios disponibles sin aumentar la extensión de la nave, como la posibilidad de utilización de la capilla del Santí­simo, unida a la nave lateral y con visibilidad del altar mayor y la tribuna con capacidad de ciento cincuenta personas, consiguiendo de esta forma una mayor elasticidad sin dar sensación de vací­o cuando esté a la mitad de la posibilidad total.

La planta en forma de trapecio se prefirió para conseguir que las lí­neas llevaran hacia el punto de mayor interés litúrgico que es el altar. Por otra parte esa apertura de lí­neas vistas desde el santuario es un signo de acogida y de abrazo a todo el que llega a la asamblea.

La decoración se ha centrado en los mismos elementos constructivos. Se han estudiado de manera que sirvieran para dar ambiente a la nave y que su armoní­a y sencillez fueran lo suficientemente expresivas como para no necesitar de la apoyatura de la decoración.

Las dimensiones de la nave exigí­an buscar unos elementos que dieran ambiente de recogimiento y por eso se eligieron unos alzados con materiales que implican sensación de calor. En los alzados se destacan los grandes nervios de hormigón que forman su estructura. Los espacios libres entre los amplios pilares están revestidos siguiendo grandes fajas. La inferior es madera de embero en tableros verticales. La madera además de su valor decorativo, térmico, aislante y acústico da intimidad que es muy importante en todo recinto sagrado. En la franja media el revestimiento es de ladrillo cerámico color rojo que a la vez de elemento constructivo es también un color caliente. Van colocados en una forma muy original: a soga y tizón, pero saliendo el tizón medio ladrillo hacia afuera; esto supone un gran efecto de decoración geométrica, ya que desde cada punto que se sitúe el espectador puede verlos en lí­neas verticales, horizontales o inclinadas. El mismo elemento constructivo recibe la categorí­a de decorativo. Pero al elegir esa forma la principal intención del arquitecto era dar unas cualidades acústicas rompiendo paneles lisos que fomentarí­a la formación de eco, como explicaremos al hablar de la acústica. La franja superior está compuesta por sesenta y un metros cuadrados de vidriera de hormigón armado que dan a la nave una luminosidad matizada con esa pared de vidrio y cemento que tiene un valor tanto funcional como muro aislante del exterior y contrapesando las luces en la nave, como eminentemente decorativo con ese grito de color.

Las vidrieras son abstractas pero con gran sentido pedagógico, ya que a la belleza de la perfecta combinación de colores añade una idea teológica importante. La vidriera de la derecha tiene un predominio de colores verdes, azules, tostados. Expresa la idea de creación, aunque como toda obra de arte abstracto quede abierta a lo que le diga a cada uno que la contempla. La forma de la vidriera se acomoda a la arquitectura de la techumbre. Se extiende todo lo largo de la pared en lí­nea paralela con el suelo en la parte inferior y con lí­nea inclinada descendente hacia el santuario conforme a la inclinación del techo. En la parte más ancha comienza con un gran cí­rculo en colores amarillos y tostados que nos sugiere, luz, sol, esa primera palabra que dijo el Creador: "Hágase la luz." Destaca un gran árbol cuyas ramas y hojas se extienden todo lo largo de la vidriera (25 m. de pared). Combinando con el verde abundancia de colores azules marinos y atmosféricos y ocres que pueden sugerirnos tierra. Tierra, vegetación, mar y aire son sugeridos por los colores dominantes. Así­ mismo el árbol encierra numerosas sugerencias. El árbol ha sido siempre algo sagrado, objeto de culto en todas las religiones primitivas. El árbol de Navidad que tan profusamente decora los hogares es una reminiscencia de los paí­ses nórdicos que unen fácilmente la idea de la divinidad con la fecundidad del árbol. El árbol también tiene su amplio sentido bí­blico: el árbol de la vida, el árbol de la ciencia del bien y del mal, el árbol que canta el salmo primero que "plantado a la vera del arroyo a su tiempo da sus frutos, cuyas hojas no se marchitan" es imagen del "varón que no camina por las sendas de los pecadores, ni se sienta en la compañí­a del malvado, antes tiene en la ley de Yahvé su complacencia, y a ella dí­a y noche atiende"; el árbol que se conoce por sus obras; el árbol que acoge a todas las aves del cielo, signo de la Iglesia universal.

La vidriera de la izquierda tiene la idea de redención. A la acción de Dios Padre Creador que enseña la vidriera de la derecha une la de la izquierda la acción salvadora de Dios Hijo. Una amplia cruz de color rojo se extiende por toda la larga vidriera. Unida a esa amplia cruz roja que sugiere sangre redentora hay una pequeña cruz de color amarillo ocupando los cuatro ángulos formados por la misma unos colores morados que nos hablan de ese sacrificio que tiene que caracterizar la vida del cristiano, "completando en nosotros lo que falta a la cruz de Cristo" (Colosenses, 1, 24).

El autor de las vidrieras, verdadera sinfoní­a de color, es uno de los componentes del equipo que estudió el programa del templo: D. José Bueno Rocha. La realización ha corrido a cargo de la Unión de Artistas Vidrieros de Irún, con vidrios importados de Francia de alta calidad cromática con un cuidado acabado en cemento blanco que contribuye a darle esa dignidad y belleza que tienen que ser cualidades destacadas en todo arte religioso.

El artesonado de la nave es de madera de castaño, abundante en la región, barnizada formando lí­nea quebrada. La impresión que produce al entrar y verla por primera vez es algo sobrecogedor lo que indica que está magní­ficamente estudiado al artesonado para producir esa emoción religiosa que debe producir todo arte sagrado que nos habla de presencia de la divinidad y de realidades supranaturales. Las lí­neas quebradas tienen una utilidad práctica para la acústica que además de romper el eco produce una más perfecta reflexión del sonido.

El suelo es de vibrazo, en grandes losas de 50 x 50, con juntas tan perfectamente realizadas que cuesta trabajo distinguirlas, de color claro con grandes granos rojos, que interesaba para contrarrestar los colores predominantes de los alzados y del artesonado.

Se estudió en la nave con gran minuciosidad los problemas acústicos. Nos reunimos para escuchar la Palabra de Dios, más urgida aún desde el Concilio Vaticano II, y serí­a lamentable que fuera poco o nada inteligible como sucede frecuentemente en las construcciones modernas. Fue una idea obsesiva como consecuencia de la funcionalidad que debe tener todo edificio. Si es bello pero no sirve para su fin no puede ser bueno, porque según el aforismo filosófico: "Bonum ex integra causa, malum ex quocunque defectu" (Algo es bueno cuando lo son todos sus elementos constitutivos, y malo por cualquier defecto). Se estudió y se consiguió sin recurrir a elementos extraños, sino a base una vez más de los elementos constructivos: las lí­neas abiertas en el plano y en el cierre, ladrillos salientes en las paredes como hicimos notar en su momento, lí­neas quebradas del artesonado, utilización abundante de la madera que actúa como caja de resonancia que dan una sonoridad de alta fidelidad.

Otro aspecto importante en la nave es la luz natural y artificial. La Nave no debe estar con excesiva luz, que distrae, molesta e impide el recogimiento. Para que la Iglesia sea un remanso de paz, tenga un ambiente de oración, produzca un relajamiento psicológico y haga sentirse cómodo el fiel necesita una matización de luz, una suavidad que producen exactamente las vidrieras, con lo cual dejan de ser pura decoración para cumplir una función espiritual.


El santuario.

El santuario es el lugar donde el presidente de las asamblea y los ministros ejercen sus funciones sagradas. Ha de ser la parte más noble porque en él se destaca la acción sacrificial de Cristo en el altar, la acción transformadora de su palabra en el ambón y su representación ministerial en la persona del presidente de la asamblea que ocupa su puesto presidencial en la sede. Estos son los tres puntos vitales del santuario.

Su nobleza se ha intentado destacar en los materiales empleados, en su posición y en su mayor luminosidad Cinco gradas lo separan de la nave. El suelo será de mármol para destacarlo del vibrazo de la nave. El fondo tendrá revestimiento de piedra, ya que al carecer del retablo y de otros elementos decorativos hay que valorar los elementos constructivos y la imaginerí­a. Se ha prescindido de vidrieras y ventanales en la pared del fondo porque pueden molestar al espectador y al quedar la figura del sacerdote y los ministros en contra luz hace perder numerosos detalles de la acción litúrgica e incluso rompe esa unión que debe haber entre clero y fieles.

íšnico elemento decorativo a la vez que funcional es la impresionante imagen de Jesucristo Resucitado. Sobre una cruz de hierro de cinco metros de altura está sujeta la imagen, obra del experimentado artista José Luis Sánchez de Madrid, especializado en escultura sacra. Se ha elegido este tema que expresa plenamente el misterio del cristianismo que fue fundado y recibe su eficacia en la resurrección del Señor. El tema de Cristo moribundo o muerto en la cruz, que ha sido la forma tradicional de representar a Jesucristo, prescinde de la realidad final en el misterio pascual de Cristo muerto y resucitado. La cruz en la escultura que preside el templo parroquial permanece, pero no como instrumento de suplicio sino cruz gloriosa porque la muerte ha sido absorbida en la victoria de Cristo Resucitado. Es la Cruz que canta la liturgia de Viernes Santo: "ioh cruz fiel, árbol único en nobleza!... idulce árbol donde la vida empieza...!" (Himno de la Adoración de la Cruz). También la resurrección es una idea dinámica que encaja perfectamente con una pasto­ral misionera propia de una parroquia moderna.

La imagen realizada en cemento metalizado, elemento moderno de frecuente utilización en escultura, es de tres metros de altura. Realizada con toda nobleza y perfección; un rostro que refleja los sentimientos de un amor acogedor en consonancia con sus brazos abiertos. Toda la imagen refleja a Cristo Majestad, tema iconográfico muy repetido en todo el arte hasta la Edad Media. Volúmenes proporcionados en lí­neas ascendentes que evita la pesadez que pudiera dar una imagen de tan gran tamaño. Encaja perfectamente en todo el estilo del templo, ya que el escultor tuvo presente en el momento de realizarla los planos del templo para dar la ambientación requerida por la unidad de la obra total donde todo ha de ir de acuerdo: arquitectura, escultura, artes pláticas, utensilios de culto y hasta el mí­nimo detalle del artesano que remata la obra.

Los alzados laterales del santuario son de ladrillo cerámico con dos amplias ventanas de 5 m. cuadrados cada una que dan luz pero que no molestan al espectador debido a que las paredes van abriéndose hacia la pared del fondo del santuario. Están cerradas las ventanas con dos vidrieras en cemento del mismo autor y calidad que las descritas en la nave. Una de ella tiene el tema del dí­a: un sol con sus rayos, en colores amarillos y tostados deja pasar luz abundante y diáfana. La noche es el tema de la ventana de la izquierda desde la postura del que asiste a un acto de culto. La silueta lunar y algunas estrellas en medio de unos azules en diversas tonalidades da un conjunto de destacadas calidades.

El techo deja pasar sobre el altar un chorro de luz a través de un lucernario. Tubos de uralita de diversos tamaños y distintos diámetros, colocados al azar por el mismo albañil pero con pleno acierto, matizan la luz crea un motivo decorativo en medio de un techo liso pintado de blanco.

La luz del presbiterio ha sido lograda plenamente, tanto la natural como la artificial, ya que en los mismos tubos del lucernario se han colocado los focos que iluminan perfectamente al altar.

Describamos ahora los tres principales puntos de atención en el presbiterio: altar, ambón y sede.


El altar.

El altar representa a Cristo que fue en la cruz, según frase litúrgica: "Sacerdote, ví­ctima y altar" (Prefacio V de Pascua). Por el altar merece la máxima atención, y conforme a las normas emanadas de la Srda. Congregación de Ritos: "ocupará un lugar tan importante en el edificio sagrado, que sea realmente el centro donde espontáneamente converja la atención de toda la asamblea de los fieles". (Instruccón del 26-9-64.)

Al describir la nave ya dijimos que se eligió la planta trapezoidal para que todas las lí­neas nos llevaran hacia el santuario en cuyo centro está el altar. Pero no solamente se destaca por esa posición privilegiada sino por todos los aspectos que se han valorado en él.

En primer lugar su unicidad. Es el único que hay visible desde la nave, para indicar el único sacrificio de Cristo. El altar de la Capilla de la reserva eucarí­stica, destinado a las celebraciones diarias, está ubicado tan discretamente que apenas es visible desde la nave para que no rompa ese sentido de unicidad.

Es monolí­tico a pesar de su volumen. Es una forma de revalorización ya que habí­a que prescindir de aditamientos decorativos y la importancia estaba en el mismo altar más que en sus añadidos. Es de un granito muy duro, de difí­cil elaboración, de la región valorando los productos autóctonos. La forma es rectangular para darle ese doble aspecto que da la teologí­a del altar: ara del sacrificio que se destaca por su materia y su firmeza, y mesa del banquete eucarí­stico por su forma rectangular. Está trabajado de una forma recia destacando las calidades de la piedra con golpe fuerte de cincel que queda en forma de "diente de caballo".

Exento de la pared para que se celebre el sacrificio cara al pueblo de tal forma que el altar sirva de unión entre todos los participantes. Colocado en la confluencia con la nave, con una elevación suficiente para ser visto fácilmente desde todos los puntos de la nave, pero no exagerada para evitar romper psicológicamente el sentido de participación activa de los fieles. La ambientación que recuerda que la renovación del sacrificio que se realiza sobre el altar es incruenta, y no cruenta como en el Calvario, la da la imagen de Cristo Resucitado ya descrita que está en el mismo eje, al fondo, que la visión relaciona fácilmente.


El ambón.

El ambón es una de las cosas más revalorizadas por el nuevo movimiento litúrgico. Los viejos púlpitos necesarios por razones acústicas en otros tiempos han dejado paso en los ambones que situados en el mismo santuario pueden expresar mejor la unión que hay entre la Palabra y el Sacrificio, dos partes inseparables de una misma acción litúrgica. El Concilio Vaticano II ha revalorizado insistentemente la proclamación de la Palabra de Dios: "Para que aparezca con claridad la í­ntima conexión entre la palabra y el rito en la Liturgia: 1) En las celebraciones sagradas debe haber lecturas de la Sagrada Escritura más abundantes, más variadas y más apropiadas." (Constitución sobre Liturgia, núm. 35.)

Como en el templo tenemos que valernos frecuentemente del signo para expresar realidades superiores la dignificación del lugar donde se lee y proclama la Palabra de Dios es un signo de su importancia. Está colocado en el punto de unión entre el santuario y la nave para favorecer ese diálogo que implica la lectura bí­blica, a la que responde el pueblo con la meditación y el canto interleccional. Está situado próximo al baptisterio, vinculado igualmente al sacramento del bautismo que implica también la necesidad de la proclamación de la Palabra Divina.

Es único para valorar su función. Se ha roto ese tí­pico dualismo que implicaba la antigua forma de la celebración de la Palabra que exigí­a un lugar para la lectura de la Epí­stola y otro para la del Evangelio. Simétricamente se ha colocado un podium en el lugar opuesto del presbiterio, pero mucho más bajo de forma que jerarquice las funciones destinado al director del coro y del canto de la comunidad.

Es de la misma materia y la misma técnica de elaboración que el altar para expresar su mutua vinculación: mesa del Sacrificio y mesa de la Palabra de Dios. Se ha optado por la forma de "podium" sobre el que se sitúa el lector. Desde el suelo y sujeto al "podium" surge un mástil que termina en un atril sobre el que está colocado el libro y discretamente el micrófono que facilita la audición.

Es fácilmente visible desde todos los puntos de la nave por lo que puede seguirse fácilmente las palabras y los gestos del lector, dando una mayor sensación de comunión.


La sede.

El tercer lugar que polariza la importancia dentro del presbiterio es la sede que según la Instrucción del 26-9-64 (nº 92):

"La sede para el celebrante y los ministros se colocará de tai forma que según la estructura de cada iglesia, sea bien visible a los fieles, y el celebrante aparezca realmente como el presidente de toda la comunidad de los fieles."

El sitio elegido es detrás del altar mayor en el centro del arco que forma el fondo del presbiterio que es donde confluyen las miradas de todos los fieles; todas las lí­neas de la nave convergen hacia el santuario, y dentro de éste dada la lí­nea curva del fondo terminan en el eje, que es el mismo del altar. La importancia de la sede intenta resultar el sentido jerárquico de la celebración y la dignidad de Cristo, sacerdote principal, representado por el sacerdote ministerial. La Materia de la base sobre la que se ha colocado el asiento es del mismo material que el altar y el ambón, e igual que aquellos es monolí­tico. El asiento es de madera especialmente tratada quemándola previamente y al eliminar con cepillo metálico lo quemado resalta las partes más duras de la madera sobre las más blandas dándole un tono envejecido que revaloriza al mueble.


Capilla eucarí­stica.

Hemos descrito con toda amplitud los dos espacios más destacados del recinto sagrado. Ahora nos resta citar a los espacios reservados para la administración de otros sacramentos cuya perfecta adecuación hacen destacar la importancia de los mismos sacramentos.

Capilla para la reserva de la Eucaristí­a. Un doble fin exige el reservar en un lugar apropiado las especies sacramentales: llevar la comunión a los enfermos y la adoración privada de los fieles. Es conveniente que el sagrario esté colocado fuera del altar mayor y del santuario, no por restar importancia a la presencia sacramental de Jesucristo, sino para revalorizar la celebración del sacrificio que destaca la presencia eucarí­stica de Cristo en su momento oportuno.

A parte de esta razón teológica otros motivos prácticos aconsejan una capilla especial para la reserva: en ella puede crearse un recinto y un ambiente más propicio para la devoción privada y para la celebración de la Eucaristí­a en los dí­as de diario, en los que la asistencia limitada de fieles aconseja espacio reducido, ya que en la gran nave serí­a imposible crear este sentido de comunidad que implica una perfecta participación litúrgica.

Teniéndolo en cuenta se destinó un espacio lateral de la nave, unido así­ mismo con el santuario para facilitar el acceso al sagrario en las celebraciones festivas. Colocado el sagrario sobre una columna de granito ocupa el lugar preferente de la capilla lateral. El sagrario es metálico, de metal plateado en el exterior y dorado en su interior, en forma de cubo que es una figura perfecta en geometrí­a que lleva en sus puertas un esmalte sobre el misterio de la Anunciación de Marí­a que recuerda el papel destacado de Marí­a en el plan salvador de Dios, en cuanto que ella fue el primer sagrario que contuvo al Autor de la Gracia y que llegamos a Jesús por Marí­a.

La decoración principal del espacio de reserva eucarí­stica está en una amplia vidriera que expresa el contenido y el tema pascual. Una hermosa y destacada silueta en tonos azules en actitud de resurrección y ascensión nos sugieren el tema pascual, muy apropiado para la capilla del Santí­simo. Unos colores rojos en la parte inferior de la vidriera y otros amarillos, ámbar en la superior aumenta esa sensación de alejamiento de la tierra hacia el espacio aéreo del cielo.


Capilla penitencial.

La zona penitencial es una de las más logradas dentro del conjunto. Tres confesonarios empotrados, en madera de embero, con todos los pequeños detalles funcionales forman un conjunto armónico. Están pensados para dar toda la comodidad posible dentro de las normas actuales: un hagiophon que permite el paso de la voz pero no del aliento con lo que se impide lo antihigiénico y lo desagradable del paso del aliento; interruptores combinados con el asiento dejan pasar energí­a a un piloto indicador de la presencia del confesor y al enchufe conectando la alfombrilla eléctrica o el ventilador que se desconectarán tan pronto como salga el sacerdote evitándose que el olvido frecuente en la desconexión pudiera provocar incendios.

La decoración, a la vez de la misma madera y la bella proporción de los elementos corre a cargo de una vidriera abstracta que a través de sus colores, sus lí­neas y sus figuras geométricas sugiere el tema de la parábola del Hijo Pródigo tan í­ntimamente relacionado con la confesión. El autor de los bocetos de esta vidriera emplomada y de la situada en la capilla de la reserva Eucarí­stica son del pintor cacereño Juan José Narbón Terrón, realizadas como las anteriores por la Unión de Artistas Vidrieros de Irún.


Capilla bautismal.

Terminamos con la capilla bautismal. Esto ha sido lo único que ha sufrido cambio en el primitivo proyecto con el fin de acomodarse a las nuevas normas que aconseja que sea apto para celebraciones comunitarias.

En el primitivo proyecto era un baptisterio exento de forma circular conforme a una antigua tradición. La iniciación del Concilio ya nos hizo prever que sufrirí­a bastante cambio la norma sobre administración de bautismos y por eso preferimos dejar la construcción hasta el momento que tuviéramos las disposiciones conciliares. A ellas nos hemos atenido plenamente.

El baptisterio ocupa un lugar propio, pensado para las celebraciones comunitarias, fuera del santuario, pero muy próximo al mismo para destacar la diferencia entre ambos sacramentos de una parte y la mutua relación por otra. Está asimismo contiguo al ambón. Es visible desde todos los puntos de la nave por lo que servirá tanto para seguir las celebraciones como para tener un permanente recuerdo de nuestro propio bautismo, sacramento eminentemente revalorizado con la renovación conciliar.

La pila bautismal es de granito de la misma calidad y técnica que los elementos fundamentales del santuario. Tiene forma cilí­ndrica con un entrante en la base que le da ligereza. Tiene suficiente diámetro como para que pueda hacerse el bautismo por inmersión si lo prefiriera algún padre para su hijo.

Como detalle original, ya que ha sido introducido recientemente en la legislación eclesial, tiene la pila agua corriente para que se ajuste a la constante tradición de considerarla como "fuente"; incluso como prevé la legislación el agua puede salir templada en tiempo de invierno haciéndola pasar previamente por un calentador instalado en la sacristí­a.

La decoración se centra en una bella vidriera que tiene como tema el Espí­ritu Santo en forma de paloma que infunde sobre las aguas el poder de santificar. Los colores son plenamente adaptados al misterio que ambientan. Unos colores violetas son signo del pecado que hay que purificar; el agua bautismal que recibe la acción del Espí­ritu Santo su fecundidad espiritual; unos colores dorados en diversos tonos en formas de rayos que significan los siete dones del Espí­ritu Santo y que da la idea alegre de la gracia santificante que produce el sacramento bautismal.


Aspecto litúrgico.

Terminamos la descripción del templo de San José con unas notas crí­ticas. En el aspecto litúrgico hay que resaltar que a pesar de haberse hecho el proyecto antes de la promulgación de la Constitución sobre la Sagrada Liturgia y de las normas que se han publicado para su aplicación, se acomoda perfectamente al espí­ritu y a la letra conciliar. No es nada extraño, ya que en realidad el Concilio ha sancionado una serie de ideas y normas que ya se vení­an viviendo en los grupos más promocionados litúrgicamente. Estando al dí­a del movimiento litúrgico se deducí­a fácilmente cuáles serí­an las normas que debí­an informar la construcción de los nuevos templos.

Al hacer el estudio teológico y litúrgico previo al proyecto que se comentó con el arquitecto se pretendió que o templo fuera la casa del pueblo de Dios, jerárquicamente organizado, que se reuní­a para escuchar la palabra de Dios, para darle culto y para participar en los sacramentos. Estimamos que el templo cumplió perfectamente estas ideas teológicas.


Aspecto estético.

Si el arte ha de ser la expresión de una belleza y especialmente el arte sacro, que está relacionado con la infinita belleza de Dios que intenta expresar por medio de las obras humanas, debe ayudarnos a encontrarnos con Dios, puesto que debe ser signos y sí­mbolos de las realidades celestiales.

Para ser signo sagrado debe ajustarse a una serie de normas de las que hablamos más arriba. Estimamos que la iglesia que comentamos ha sido fiel a las mismas.

Entre las cualidades más visibles en la obra queremos destacar: la sinceridad y la verdad valorando la función de cada elemento y utilizando materiales auténticos y nobles.

La renuncia a toda monumentalidad y ostentación que contradice a un signo que quiera ser religioso, porque nunca la opulencia puede ser signo religioso y menos en la sociedad de nuestro tiempo muy sensible a los problemas sociales existentes. No es el valor y el coste de los materiales lo que hace el arte, sino que es el arte el que puede hacer muy valioso un objeto aunque el valor material de los elementos utilizados sea muy escaso.

La sencillez que se desprende de sus volúmenes y de sus lí­neas perfectamente armonizadas. No se ha recargado el templo de adornos, sino que los elementos constructivos haciéndolos funcionales nos han dado un conjunto sencillo, bello y comprensible. El estudio de las proporciones está tan logrado que siendo un templo realmente grande no ha resultado destartalado, sino por el contrario da sensación de menos largo y menos ancho de lo que es en realidad.

En resumen diremos que contiene los tres requisitos esenciales de la belleza según Santo Tomás: integridad, proporción y claridad.

Si el arte está relacionado con la belleza de Dios, si como decí­a Pí­o XII "promueve grandemente la civilización humana y contribuye a la gloria de Dios y a la santificación de las almas" (Enc. Mediator Dei, del 20-11-1947; Ecclesia, 1948, pág. 20); si las obras "comunican el í­ntimo sentido y la emoción con una eficacia, un lirismo, un ardor, cual quizás no posee la más ferviente predicación si "las almas cultivadas, elevadas, preparadas por el arte, están más dispuestas a percibir la realidad religiosa y la gracia de Jesucristo" (Pí­o XII, Discurso del 8-4-1952) si el arte tiene todos estos valores humanos y divinos bien merece el sacrifico económico que suponen, y todo lo que signifique trabajar, fomentar, colaborar económicamente y promover el arte es una actividad apostólica y es el mejor homenaje a la belleza infinita de Dios.


Intervinieron en su ejecución.

SACERDOTES:

  • Párroco: Severiano Rosado Dávila.

  • Coadjutores: Felipe Fernández Peña, José Luis Caldera González y José Calero González


ARQUITECTOS:

  • Del proyecto: D. Vicente Candela Rodrí­guez

  • Director de Obras: D. Manuel Garcí­a Creus


APAREJADOR:

  • D. Manuel Herrero Paredes


ESCULTOR:

  • D. José Luis Sánchez


VIDRIERAS:

  • Dibujo: J. J. Narbón Terrón y José Rueno Rocha

  • Realización: Unión de Artistas Vidrieros


EMPRESAS CONSTRUCTORAS:

  • D. Vicente Muñoz Pomer

  • D. Francisco Estellés Blanch